Un mensaje de esperanza se desprende de las recientes intervenciones del papa Francisco, que ha abordado temas tan controvertidos que sus predecesores optaron por tratar con ellos y los fieles afectados con el silencio y la doctrina.
El hombre que desde el trono de Pedro se describe como “un pecador en quien el Señor posó sus ojos”, desde su entronización ha estado promoviendo el acercamiento de la institución y sus pastores a los fieles, a la Iglesia que percibe como “el pueblo santo fiel a Dios. Iglesia en la que incluye a quienes eufemísticamente se alude como “los cristianos que viven en situación irregular”: divorciados vueltos a casar, homosexuales, quienes usan anticonceptivos “no naturales”,
quienes se sometieron a abortos, entre otros.
Sus últimas declaraciones chocantes las hizo a mediados de agosto durante una entrevista de seis horas (en tres sesiones) concedida al director de la revista La Civittà Cattolica, Antonio Spadaro, S.J., reproducida en más de una decena de publicaciones jesuitas bajo el título: “Papa Francisco: ´Busquemos una Iglesia que encuentra caminos nuevos”.
Si bien pide tolerancia y deja entrever que se puede y se deben buscar nuevas vías para estas personas que se sienten marginadas dentro de la Iglesia lo hace con palabras muy medidas y con cautela. Ponderando que “(...) soy de la opinión de que se necesita tiempo para poner las bases de un cambio verdadero y eficaz”.
Francisco llama a no dejar a nadie atrás y aprovechar lo que cada parte de la Iglesia puede aportar para forjar el futuro. Y señala que para acometer tal tarea “lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad”. En la conversación con Spadaro, el Papa insiste en un ministerio de misericordia en donde los fieles –“el pueblo de Dios”– cuenten con pastores y no funcionarios, como él los llama “clérigos de despacho”.
“En lugar de ser solamente una Iglesia que acoge y recibe, manteniendo sus puertas abiertas, busquemos más bien ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos, capaz de salir de sí misma yendo hacia el que no la frecuenta, el que se marchó, el indiferente. Y advirtió que hay que encontrar un nuevo equilibrio o el “ edificio moral de la iglesia corre peligro de caer como castillo de naipes”. Y previendo resistencia de los apparatchik apunta “pero es necesario tener audacia y valor”.
Es en este contexto que encaja la tan publicitada “apertura” hacia la compleja situación que ha marginado de la Iglesia a quienes tienen “heridas abiertas”.
Y reuniendo todo su mensaje conciliador el Pontífice católico apuntó: “Tenemos que anunciar el Evangelio en todas partes, predicando la bueno noticia del Reino, y curando, también con nuestra predicación, todo tipo de herida y cualquier enfermedad. En Buenos Aires recibía cartas de personas homosexuales que son verdaderos ´heridos sociales´, porque me dicen que sienten que la Iglesia siempre les ha condenado. Pero la Iglesia no quiere eso”. Un mensaje similar expresó a su regreso de la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil. Y recordó, entonces comenté: “(...) si una persona homosexual tiene buena voluntad y busca a Dios, yo no soy quién para juzgarla. Al decir esto he dicho lo que dice el Catecismo”.
“La religión tiene derecho a expresar sus propias opiniones al servicio de las personas, pero Dios en la creación nos ha hecho libres: no es posible una injerencia espiritual en la vida personal. Una vez una persona, para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta: ´Dime, Dios cuando mira a un homosexual ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?´ Y aquí entramos en el misterio del ser humano. En esta vida Dios acompaña a las personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición. Hay que acompañar con misericordia. Cuando sucede así, el Espíritu Santo inspira al sacerdote la palabra oportuna”.
Entrando en otro tema incómodo, el Papa aludió a la confesión como un mecanismo en el que se evalúa caso por caso para discernir qué es lo mejor para la persona que busca a Dios y su gracia. “El confesionario –puntualizó– no es una sala de tortura, sino aquel lugar de misericordia en el que el Señor nos empuja a hacer lo mejor que podamos. E ilustra el punto con una anécdota en la que aborda otros dos temas controvertidos: divorciados vueltos a casar y el aborto: “Estoy pensando en la situación de una mujer que tiene a sus espaldas el fracaso de un matrimonio en el que se dio también un aborto. Después de aquello esta mujer se ha vuelto a casar y ahora vive en paz con cinco hijos. El aborto le pesa enormemente y está sinceramente arrepentida. Le encantaría retomar la vida cristiana. ¿Qué hace el confesor?
Sin embargo criticó la insistencia en enfocarse casi exclusivamente en el aborto, el matrimonio gay y el uso de anticonceptivos.
Respecto del papel de la mujer en la Iglesia, Francisco admitió que la institución debe “ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”, eso sí, evitando lo que llamó ´machismo con faldas”. Además, llamó a no confundir la función con la dignidad, y Lanzando un guiño a las mujeres apuntó: “En los lugares donde se toman las decisiones importantes es necesario el genio femenino. Afrontamos hoy este desafío: reflexionar sobre el específico de la mujer, incluso allí donde se ejercita la autoridad en los varios ámbitos de la Iglesia”. (Basado en servicios internacionales)
PUENTE TENDIDO A LA REFLEXIÓN
Para Nelva Reyes, miembro del Espacio de Encuentro de Mujeres de Panamá, lo valioso de las palabras del papa Francisco es que abren la puerta para la reflexión.
“Tal vez la institución necesite muchos años para cambiar, pero se está dando el espacio para discutir los temas”, dijo, refiriéndose específicamente al papel de las mujeres en la Iglesia católica o a la discriminación que sufren por su condición de divorciadas o por practicar el aborto.
Las mujeres, señaló Reyes, están en permanente conflicto porque “se enfrentan a contradicciones, [se preguntan] ¿estoy bien con Dios o no?” cuando, por ejemplo, deciden divorciarse por una situación insostenible, aun cuando la Iglesia católica mantenga el mandato de la condición de indisolubilidad del matrimonio.
Félix Wing, fiel católico, dijo por su parte que en esta entrevista, el Papa se ha extendido en lo que ha venido diciendo: que Dios no es vengativo ni castigador, sino misericordioso. “Esto es un llamado a la unidad, independientemente de las creencias”. Es un puente tendido hacia la tolerancia, agregó, y a recordar que “se nos juzgará por cuánto hemos amado, no por cuánto hemos odiado o juzgado” a quienes, como dice el Papa, “viven en situación irregular”.
Quizás una de las frases más interesantes de Francisco ha sido aquella de que “no es posible una injerencia espiritual en la vida personal”, porque, después de todo, el mismo Dios le dio el libre albedrío a hombres y mujeres. En este sentido –y específicamente para la población GLBT– es un paso adelante hacia la no discriminación, aunque de todas formas sigue siendo contrario a las escrituras.
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